El desarrollo de la persona, sobre todo en la infancia y la adolescencia, está lleno de cambios físicos, emocionales y formas de pensar. El crecimiento y la maduración están determinados por las incertidumbres y expectativas sobre la vida futura, así como por las presiones generadas por la familia, las amistades, la escuela, la comunidad y la sociedad en su conjunto, a través de los procesos de socialización
Esta condición hace a los y las adolescentes particularmente sensibles a los problemas relacionados con la salud mental, dificultades relacionadas con su desarrollo físico, emocional, conductual, y con sus intereses y expectativas. El malestar emocional puede reflejarse, por ejemplo, en el uso o abuso de sustancias adictivas como el tabaco, el alcohol y otras drogas; en la búsqueda y establecimiento de relaciones sexuales de riesgo, y en la aceptación y reproducción de conductas violentas en su entorno.
Por ello se requiere del desarrollo y fortalecimiento de habilidades que les permitan afrontar adecuadamente situaciones dinámicas del acontecer diario, relacionarse con sus amistades y colegas, adaptarse a las normas familiares o escolares, reconocer la autoridad, contar con iniciativa y creatividad, aceptar críticas, controlar impulsos, reconocer las emociones propias y de las otras personas, aprender a comunicarse de forma efectiva y actuar en apego a un esquema de valores.
El conocimiento, la manifestación y el manejo de emociones constituyen un valioso recurso para potenciar la percepción positiva que las hijas e hijos debe tener de sí mismos, de la capacidad de actuar y confiar en su criterio, de reconocer sus preferencias, identificar sus intereses y gustos, tanto positivos como negativos, de permanecer abiertos a las necesidades de las y los demás y de conseguir el equilibrio entre lo que se percibe, se piensa y se siente que será útil para enfrentarse a las necesidades y exigencias del medio.
A partir de la década de los años noventa, la Organización Mundial de la Salud (OMS, 1998) propuso el enfoque de habilidades para la vida, que incluye diez competencias agrupadas en: afectivas, cognitivas y sociales, necesarias para enfrentar y resolver eficazmente situaciones cotidianas.
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