El ritmo cardíaco y la presión arterial, los cuales son anormalmente altos cuando se fuma, comienzan a regresar a niveles normales.
Después de unas cuantas horas, la concentración de monóxido de carbono en la sangre empieza a disminuir. (El monóxido de carbono reduce la capacidad de la sangre para transportar oxígeno).
Después de algunas semanas, las personas que dejan de fumar presentan una mejor circulación, producen menos flema y no tosen ni tienen episodios de sibilancia con tanta frecuencia.
Después de varios meses de dejar de fumar, se puede esperar una mejoría considerable en la función pulmonar.
A los pocos años de haber dejado el hábito, se tendrán menos riesgos de cáncer, de enfermedades cardíacas y de otras enfermedades crónicas que si se continuara fumando.
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