Cada joven tiene para el pleno desarrollo de su proyecto de vida, en un marco que propicie el respeto, la tolerancia y la inclusión de la diversidad. Cuando una persona nace, se le asigna un sexo en función de características físicas. Sin embargo, en nuestra sociedad se tiende a emplear únicamente lo genital para definir el sexo de una persona. Usamos las categorías “hombre” y “mujer” es porque el sexo en los seres humanos también está atravesado por un sinfín de cuestiones histórico culturales que inciden en estratos legales, políticos y económicos. El sexo hace referencia a formas culturales de categorizar los cuerpos, pero su definición a partir de los genitales lleva a que sus categorías parezcan hacer referencia a características naturales. Concluyendo en que, si una persona nace con pene y testículos, sea asignada como hombre, mientras que una persona que nace con vulva y vagina, es considerada una mujer.
El género, por su parte, es el conjunto de normas culturales exigidas a cada persona en relación con el sexo que se le atribuye. Así, mientras lo aparentemente natural, conformaría el sexo, el género correspondería al dominio de la cultura. El sexo está representado por el cuerpo y, por lo tanto, parece una categoría natural. Mientras que el género está representado por la expresión, identidad, rol social y formas de comportamiento que se espera que hombres y mujeres desempeñen, convirtiéndose en una categoría cultural, dividida en lo femenino y masculino.
El espectro de formas de vivir el género y la sexualidad se amplíen, reconociéndose la existencia de diversas orientaciones, experiencias, cuerpos, identidades y expresiones de género más allá de las hegemónicas. Muchas de ellas entran en el acrónimo LGBTI, por lésbico, gay, bisexual, trans (que incluye lo transexual, transgénero, travesti, entre otras categorías) e intersexual; aunque existen muchas más. El logro de reconocer el carácter cultural del sexo y el género es que es posible transformar la cultura; jóvenes que, cuando cuentan con suficiente información, pueden hacer uso de herramientas que les permiten cuestionar qué quiere decir ser hombres o mujeres, así como poner en tela de juicio las prácticas generando nuevas formas de desarrollarse y relacionarse que deben ser respetadas en su diversidad.
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